Hoy vamos a empezar contando una historia…

“Erase una vez unos bebés a los un día, sus papás decidieron llevar a la piscina. Llegaban allí y los dejaban con un señor o señorita totalmente desconocidos para ellos. Estos pequeños niños se encontraban desamparados y tristes porque no estaban sus papás y no sabían ni porqué estaban allí ni quién era toda esa gente.

Les gustaba el agua, eso seguro, pero en la bañera de su casa con papá o mamá y con sus juguetes. Algunos de ellos lloraban y protestaban y otros simplemente se ponían tristes y lo aceptaban porque no podían hacer otra cosa.

La intención de sus papás era muy buena, ya que querían que aprendieran a nadar para que no tuvieran accidentes en el agua y aunque lo pasaban mal viendo llorar a sus hijos, lo aceptaban porque les decían que no podía ser de otra manera”.

Pues bien… así es como nació la actividad acuática con bebés en España, allá por los años 70. Una mala interpretación de la actividad hizo que muchos bebés no “tuvieran problemas con el agua”, simplemente porque después de una experiencia como la que os cuento arriba, no se volvieron a acercar a la piscina.

Conocer esto y amar a los niños nos hizo buscar alternativas para que ellos pudieran disfrutar del agua y aprender a desenvolverse en ella sin problemas y en total libertad.

Lo primero que había que cambiar era ese enfoque puramente práctico del aprendizaje forzado, por el disfrute del agua y todo lo que éste nos podía proporcionar. ¡Y así lo hicimos!

¿Cómo conseguir esto sin que los niños lo pasen mal?

Bueno, si esta era una actividad, por principio, lúdica, necesitábamos que ellos estuvieran a gusto.

Y… ¿Cuál es la mejor manera de conseguir esto?

Ya que la piscina es un lugar desconocido para ellos cuando llegan por primera vez, démosles algo conocido a lo que agarrarse y que les proporcione seguridad: Papá o mamá eran la respuesta.

Vosotros sois la pieza fundamental en estas edades para que esto funcione como todos queremos.

He oído comentar a algunos padres o madres “conmigo mi hijo no hace nada, es mejor que yo no este en el agua”. Bueno, a veces puede ocurrir, pero nosotros siempre preferimos que os deis la oportunidad de comprobarlo y que veáis que a veces sí puede ser. Es cuestión de cómo se plantea la actividad.

De cualquier manera, con profe de apoyo o siendo tú el profesor, los ingredientes necesarios sois el niñ@ y tú.

Así el final de la historia acaba mejor que empezó…

“Una actividad preciosa, estimulante y divertida, en compañía de papá-mamá, que ayude a estimular su cuerpo y sus sentidos convertiéndole, mediante el juego, en un pececillo”.

¡TU ERES FUNDAMENTAL!

Aurora A.