¿Cuál es la definición de límite?  Pues normalmente denota un punto real o imaginario a partir del cual no se puede pasar. Las barreras de por sí causan sensación de frustración, inhibición, descontento, o simple deseo de atravesar esa línea. Esta pequeña introducción es simplemente para ponernos en situación y acordar acerca de lo que estamos hablando.

Obviamente no debería ser necesario que existieran límites si cada uno de nosotros respetáramos los espacios, posesiones, opiniones… en resumen, respetar a los demás. Pero… ¿Cómo nos dirigimos hacía ello y cómo mostramos a los niños el camino adecuado partiendo de esta premisa?

Todos sabemos que cuando somos pequeños nos consideramos los “reyes del mambo” y todo nos pertenece. Según vamos creciendo, vamos descubriendo que esto no es así y que cada vez más lugares y más acciones nos son vetados.

Nosotros como padres, en nuestro afán de protección, disponemos nuestro entorno de medidas de seguridad cuando nuestros hijos son pequeños para que no se lastimen. Esas son de por sí las primeras limitaciones con que nos encontramos.

Deberíamos, por principio de cuentas, confiar algo más en sus posibilidades pues nuestros miedos no son los mismos que los suyos y a veces les imponemos límites provocados por nuestros propios miedos.

A modo de anécdota recuerdo que no podía llevar a mis hijos a los toboganes porque yo padecía de vértigo y no soportaba verles subidos a esas “alturas” y lo consideraba peligroso. Por esta razón, era mi marido quien les llevaba, y ellos tan contentos.

En este caso, la clave es observar, sin poner ningún tipo de consideración hasta dónde pueden llegar ellos solos. No olvidemos que deben experimentar para aprender y que si nos saltamos esta fase estaremos limitando sus posibilidades a la hora de arriesgarse o poner en práctica ideas o proyectos nuevos cuando sean mayores. Obviamente siempre tendremos en cuenta que esto no suponga un peligro para su vida.

¿Qué ocurre cuando este afán de investigación les lleva a sobrepasar el espacio del vecino o el nuestro propio?

En este punto es donde debemos enseñarles que NO todo es de todos, que cada persona tienes sus propiedades y su propio espacio, igual que ellos. Pero realmente debemos respetar sus propiedades y espacios sí queremos que ellos hagan lo mismo. Esto es por ejemplo no obligarles a compartir sus cosas si no les apetece o no hacer uso de ellas en su nombre. Ellos deben saber cuáles son sus cosas y sus espacios y no sentirse invadidos si no queremos que ellos invadan los espacios de los demás. Siempre hemos oído decir aquello de “tu espacio acaba donde empieza el del otro” y es bastante cierto.

Si predicamos con el ejemplo y ponemos las barreras o límites basándonos en lo que hemos visto hasta ahora tendremos niños respetuosos con los demás y sus pertenencias, y desinhibidos porque se sentirán más libres y con menos ataduras.

No olvidemos que los niños de ahora serán los adultos con los que trataremos mañana y que esta formación comienza el primer día de su vida.

Espero que os haya sido de utilidad y no dudéis en preguntar cualquier duda que os surja en aurora@chapoteos.com. ¡Hasta la próxima!

Aurora A.